lunes, 4 de abril de 2011

¿Soy rock?



(…) Hay quienes ven en el rock una expresión crítica de su época más allá de su forma y distribución. Es decir, piensan el rock como una forma de expresión que, aún siendo parte indisoluble de lo que Adorno llama la industria de la cultura, se erige en su interior como crítica de la misma (crítica tanto de la cultura como de su industria discográfica). Quienes así piensan sostienen que el rock expresa la sensibilidad de los jóvenes de una época determinada; no sólo en sus intereses artísticos sino también en sus inclinaciones ideológicas y, en cierta medida, antropológicas.
En 1966 la juventud, tanto en USA como en Europa, muestra un nuevo rostro. En California y San Francisco la escena beat, representada por los escritores Allen Ginsberg, William Burroughs, Jack Kerouac, Lawrence Ferlinghetti y Gregory Corso, cede el paso a la revolución psicodélica. Se abre así un período de expansiva creatividad tanto artística como ideológica y experimental. El idolatrado cantante de protesta Bod Dylan, siguiendo los aires nuevos y el poema de Allen Ginsberg (“Aullido”), se traslada a San Francisco y se convierte en el poeta de esta nueva generación, dejando en algunas de sus mejores canciones la impronta verborragia de Kerouac. Paulatinamente desaparecen los “poetry love”, recitales de lecturas públicas donde se recitaban textos poéticos con fondo de jazz, y surgen manifestaciones de amor universal llamadas “love in”. En éstas, los primeros hippies asisten a espectáculos multidimensionales que vinculan música, imágenes y perfumes casi siempre narcóticos, y en lo que se exalta la sensibilidad y el desparpajo sexual. Ese mismo año más de 15.000 hippies se reúnen en un parque de San Francisco para ver tocar a Grateful Dead, Jefferson Airplane, Quicksilver Messenger Service, Moby Grape, Big Brother & the Holding Company, Country Joe & The Fish, etc. Este evento es significativo por ser una de las primeras expresiones de lo que hoy denominamos “recital o festivales ”, todo esto en una atmósfera de orientalismo y drogas que propinan el ámbito ideal (uno por su filosofía y el otro por su propiedad) para el viaje, para la evasión, para la utopía, para la liberación tanto individual como colectiva. Muchos de estos grupos se convierten en los protagonistas de la mayor eclosión social, musical y cultural que tiene lugar en USA desde la aparición de Elvis.

Con mayor convocatoria que la generación beat, la corriente de pensamiento hippie pretende restituir a los jóvenes una libertad y un canal de expresión que la vida monótona de las grandes ciudades ya no puede ofrecer. Tanto la psicodelía en particular como el movimiento hippie en general (del cual la psicodelia es sólo un momento) se presentan como un canal donde el entretenimiento y el discurso con contenido se fusionan y amalgaman. Esta es la diferencia fundamental con el rock and roll y la música pop de los años anteriores. En este punto no debemos dejar de considerar que si bien la psicodelia comienza a desarrollarse en USA a partir de la llamada “invasión británica” (término que alude al desembarco de los Beatles y otros grupos ingleses en territorio estadounidense), es a través del folk americano (es decir, con Bob Dylan.) que la protesta, la política, el contenido se introducen en el rock. Dice Pujol: “El impulso rítmico de rock and roll encuentra en Dylan todas las palabras. Podemos representar este cibaje en una serie progresiva. Primero es el grito desapaciblemente erótico ¡ ¡ Awolboppaloobop ! !. Luego, la afirmación del amor en pocas palabras She’s loves you/ yeah, yeah...!, y finalmente los largos poemas de Dylan convertidos en canción”. Es decir, con la psicodelia, y sobre todo con Bob Dylan y los músicos que vienen de la tradición folk, tiene lugar la apertura de un discurso sobre la realidad y el mundo. Aparece entonces un nuevo lenguaje sobre el mundo, un lenguaje que expresa la realidad con nuevas sonoridades y palabras.
El inconformismo de los jóvenes blancos y de clase media cobra un papel fundamental en éste fenómeno que pretende e impulsa una apertura cultural y un canal de expresión. Son los músicos-poetas de las escuelas de arte y universidades los chicos que prontamente enarbolarán las banderas del hippismo. Estos jóvenes crean valores desde la acción, forman parte de las manifestaciones políticas-pacifistas, están de acuerdo con las reinvidicaciones raciales de las minorías de la época, son los protagonistas de las más tempranas revueltas estudiantiles, practican libremente el sexo desplegando su sexualidad sobre una moral pacata y atada a valores arcaicos. Se trata de romper con los modelos y paradigmas racionales y falsamente armónicos de la sociedad de consumo, tanto en el plano musical como en el plano del contenido. (…) Lo que estos jóvenes proponen es otra mirada sobre el mundo racional y burgués de sus padres.
(…) La psicodelia influye en la mayoría de las expresiones artísticas de la época, tanto en la pintura y escultura como en las artes gráficas, la vestimenta, la publicidad, el arte óptico, la fotografía, el cine. Estos elementos hacen que la psicodelia sea la expresión juvenil por excelencia de mediados de los sesenta y que su influencia llegue hasta nuestros días.
(…) El uso de las drogas alimentaba también la idealización del amor como armonía con el universo casi al estilo del epicureismo. También este uso de sustancias está vinculado con el rechazo ideológico a la vida de los padres. La revuelta psicodélica es generacional y cultural, ataca al mundo pequeño burgués heredado. Es decir, es una revuelta que ataca a lo establecido y al mundo de apariencia perenne en el que los propios músicos (y el resto de los jóvenes) se habían criado.
(…) Los pequeños cambios, que van a ir perfilando al rock como expresión de la juventud, se van retroalimentando y cada banda los usa a su mejor conveniencia. Hubo exponentes tempranos en el sudoeste de EEUU. En Dallas aparece la primera banda que utiliza el término “psicodelia” en sus discos. Se trata de 13th Floor Elevador que graba Psychedelic sound of 13 th floor elevator, su primer álbum, en 1966. En él se ven las influencias garageras y la mezcla con el folk, incluso hay reminiscencia de rockbilly. Los sonidos están procesados de un modo crudo, las guitarras suenan con disonancias orgánicas, las letras son descripciones de estados “alterados”, describen experiencias con hongos, peyote y obviamente con el infaltable LSD (que desde su descubrimento a mediados de los 40’s hasta su prohibición en 1967 siempre fue de venta y receta libre). Obviamente, estas bandas conocían la movida en San Francisco y estaban influenciadas por ella en cierta medida, así como el lado más rocker de la psicodelia de San Francisco conocía el material producido en el sur. Esta conexión se da en parte por una caracteristica fundacional del movimiento hippie. Se trata de la idea de estar “en el camino”, de recorrer las rutas no sólo del país sino del mundo (No hay que olvidar que las “ciudades” hippies fueron cambiando. California, Katmandú, Nueva Delhi, México, Marruecos, Afganistán, India, Nepal, etc.), de hacer un circuito alternativo de vida comunitaria y nómade. Digo en cierta medida por que las bandas del sur expresan y manejan un sonido un tanto más crudo y directo que el del sudoeste. Si bien posteriormente a esto surge una movida psicodélica en Massachussets, es llamativo ver que la psicodelia nunca estuvo activamente presente en las grandes ciudades como New York o Chicago. La excepción es Los Ángeles, ciudad que recibía la influencia directa de San Francisco.
El rock en los años sesenta fue un fenómeno cultural de tan grandes proporciones por ofrecer modos de entender el mundo y de pensarlo conjuntamente con el modo de existencia del hombre en él. Obviamente el rock se ha movido, se ha actualizado en relación a nuevos formatos y a nuevas sensibilidades y perspectivas. Por su cauce pasaron diversos momentos históricos. El musicalizó la decadencia de la racionalidad moderna y el declinar del reinado del hombre blanco y sajón, musicalizó el derrumbe de la modernidad y los ideales del progreso. Y ya entrados en el siglo XXI seguimos yendo a recitales y compramos discos (o los bajamos de internet). Pero ¿han sabido de alguien, últimamente, que se haya ido de su casa por escuchar un disco, por buscar una forma de romper con lo que nos toca?, ¿que haya abandonado la escuela para irse de viaje, para irse a vivir una vida precaria y austera? Entonces, la pregunta es ¿sigue el rock siendo un modo de vida?, ¿qué tipo de experiencia nos propone hoy el rock?, ¿qué piensa el rock de nuestra actualidad?. Es cierto, los sentidos se han diseminado y fusionado, pero es indispensable que ciertas expresiones nos vuelvan a hablar y nos hagan pensar acerca de nosotros mismos.



Hernán Minardi.

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