jueves, 30 de diciembre de 2010

Diciembre 31, 68

Rodolfo Walsh, Ese hombre y otros papeles personales, ediciones de La flor.


SITUACIÓN
Terminar el año con el zapato izquierdo visiblemente roto, mil quinientos pesos en el bolsillo, incapacitado para hacer regalos y desganado para recibirlos; con mil cosas pendientes, postergadas o mal hechas; en un estado casi permanente de mal humor o de abulia.
Es posible que haya “mejorado” algo. Que esa mejoría sea lo que me pone de tan pésimo humor.
La política se ha reimplantado violentamente en mi vida. Pero eso destruye en gran parte mi proyecto anterior, el ascético gozo de la creación literaria aislada; el status; la situación económica; la mayoría de los compromisos; muchas amistades, etc.
Es posible que, al fin, me convierta en un revolucionario. Pero eso tiene un comienzo muy poco noble, casi grosero. Es fácil trazar el proyecto de un arte agitativo, virulento, sin concesiones. Pero es duro llevarlo a cabo. Exige una capacidad de trabajo que todavía no poseo.
Me refiero principalmente a métodos de trabajo. Hace años que vengo luchando por eliminar cosas que formaban una “infraestructura” errónea, la bebida, el cigarrillo, los malos horarios, la pereza y las postergaciones consiguientes, la autolástima, el desorden, la falta de disciplina; la consiguiente falta de alegría y de confianza; todo eso ensamblado en una estructura mental que seguía siendo burguesa.
Este año solo he progresado en dos cosas. No bebo, lo que ha mejorado mi salud, o por lo menos compensado el “deterioro”. Empiezo a asimilar lo básico del marxismo, y mi “nivel de conciencia” es hoy bastante mayor. Estoy mucho mas jugado. No aceptaría hoy incluir una cita de un bufón como Manucho en la contratapa de un libro, ni vacilaría en rechazar una beca en USA, etc.
Me he pasado “casi” enteramente al campo del pueblo que además –y eso sí estoy convencido- me brinda las mejores posibilidades literarias. Quiero decir que prefiero toda la vida ser un Eduardo Gutiérrez y no un Groussac; un Arlt y no un Cortázar.
Pero decir estas cosas, escribirlas, me desalienta, me da sueño; eso significa que hay un duro núcleo de resistencia que rechaza todo esto como una banalidad; que preferiría mantener la fachada inescrutable sobre mis verdaderas contradicciones; suspender el análisis y seguir proponiéndome al mundo como un figurón, ligeramente martirizado por las circunstancias.
Me está faltando coraje.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Rock y dictadura (crónica de una generación 1976-1983)

Por Verónica Stedile



Si algo le interesa especialmente al autor, es que este relato, como él lo define, no trate de ir más allá de lo que sus personajes mostraron, en canciones, en recitales, en comunicados, en operativos. Incluso aquellos que parecerían tener un protagonismo especial, como Charly García, León Giego, el “Flaco” Spinetta y Mercedes Sosa, son referencias direccionadas al objetivo del libro: dar cuenta del espíritu de una época. Los discursos del poder militar funcionan bajo la misma estrategia de escritura; la mención al ideal “occidental y cristiano” recorre cada uno de los capítulos, sin desviarse de la estructura temática del libro y sin horadar en cuestiones que exceden a estas páginas.
Es que Rock y dictadura no pone en contexto la producción musical de aquellos años, sino que busca “punzar un contrapunto entre dos formas irreconciliables de ver el mundo”. El mensaje oficial se basaba en una cosmovisión nacional. Un patriotismo sumiso, capaz de acatar cualquier mandato en pos del orden y la armonía del país. En tanto el rock sentía una empatía generacional, cuya búsqueda era ser diferentes y el mayor pecado, la complacencia estética.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Pin, el comandante intergaláctico.





La formación se detiene lenta y ruidosa en la estación central del metro, en París. Al silbato agudo, las puertas automáticas de los vagones se repliegan y decenas de personas se apresuran sobre la línea amarilla del andén, dispuestas a ingresar. Los que descienden apenas se detienen a escuchar a los dos muchachos de espesas melenas que, desde muy temprano, interpretan melodías andinas.
Cruzado de piernas, sobre un banquito de madera que cruje con el zarandeo que acompaña su flauta, el líder de Los Jaivas Alberto Alquinta. A su lado, de pié, el violinista; chaleco negro y pañuelo de seda blanca anudado al cuello: Jorge Pinchevsky.




Al único espectador atento se le vuelven moradas las manos por los aplausos. Sabe distinguir el talento, también es músico, su nombre: Cyrille Verdeaux, un virtuoso tecladista y líder de la banda francesa de rock progresivo Clearlight.
El “Gato” Alquinta anda descalzo. También caminaba su Chile sin nada en los pies ni en los bolsillos, muy lejos de las seguridades que ser una estrella de rock chilena le podía garantizar. Los Jaivas, pioneros en el rock progresivo fusionado con sonidos del altiplano y el folclore, habían conseguido el éxito y la popularidad, con un mensaje similar al del grupo argentino Arco Iris, comandado por un joven Gustavo Santaolalla.
Pinchevsky, que viajaba en soledad, sólo puede mostrar su inseparable violín. Sigue chamuyando con el francés. Y se cuentan, como pueden, como les sale, sus comienzos en conservatorios haciendo música clásica, sus posteriores incursiones en el rock, los instrumentos eléctricos y los sintetizadores. El idioma que los une es otro, y ya dio su veredicto.
Los tres parten en busca de un lugar más tranquilo para comer y seguir conversando. Hoy la gorra no está del todo llena, pero con eso alcanza para el plato en algún barrio latino en París.

Rock-full track con semidesarrollo

Antes de que el mono Cohen (Rocambole) lo acercara a la Cofradía de la Flor Solar, Jorge Pinchevsky era un tipo formal que usaba corbata, traje y mocasines, y que rigurosamente tomaba ensayos en el Teatro Argentino con la Sinfónica de La Plata, donde era el primer violín.
La formación musical de “Pin” (como lo llamaban sus amigos) no siempre fue clásica. Era muy pequeño cuando su padre le regaló el primer violín, y sus primeras notas las hizo para acompañar canciones de folclore y tangos. A los once comenzó a tomar clases en un conservatorio en Rosario. Pero fue por los dieciocho cuando empezó a sentirse encerrado en la estructura rígida del clasicismo, como confesaría años más tarde. Ya mudado a La Plata, ensayaba la novena sinfonía de Beethoven, interpretaba piezas de Bach y de Paganini en la Sinfónica de la ciudad, segunda del país, pero no podía aguantar más el lugar que le habían creado para expandirse musicalmente.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Número 1




Sumario /////////
Editorial
Reseñas: Michelangelo Antonioni "Blow up". Aleman grup, "Todos somos extranjeros". Sergio Pujol, "Rock y dictadura"
Entrevista: César Dominici. Vuelve La Sobrecarga
Del otro lado del objeto: Jaime Roos y La Margarita
La arquitectura es música congelada
Personaje: Jorge Pinchevsky. Pin, el comandante intergaláctico
Ficción: Entrevista a Gervasio Puig (Germán Cifre)

miércoles, 15 de diciembre de 2010

DE FICCIONES Y REALIDADES.

Entrevista a Gervasio Puig
Por Germán Cifre



Conseguir la entrevista de este escritor no fue nada sencillo. Hemos recorrido la ciudad de La Plata y consultado a todo tipo de personajes buscando el paradero de este controvertido personaje. No fue fácil. La mayoría de los informantes a los que tuvimos acceso respondieron de igual modo: “Aquí ya no vive, y aún adeuda meses de alquiler”. Luego de interminables negociaciones con supuestos intermediarios, después de varias llamadas telefónicas, de interminables itinerarios por bares, plazas y domicilios particulares donde aseguran haberlo visto, logramos dar finalmente con el hogar del escurridizo escritor. “La cueva”, le llaman a su refugio, y es que se trata nada menos que de un sótano, algo que no sorprende en una personalidad tan curiosa (rayana a lo patológico, según dicen algunos). A continuación, los resultados de este peculiar encuentro nocturno.