lunes, 25 de abril de 2011

Noches Florentinas

Folk Tex-Mex Dark Urbano

Decidida a alejarse cada vez más de eso que hoy llamamos rock, Noches Florentinas encarna todo el espíritu del sonido mejicano en un disco de aggiornadas interpretaciones con un estilo propio bien definido.


Muy propio de los escritores románticos, Heine homologa su sensibilidad casi metafísica a la de Maximiliano, protagonista de Noches Florentinas. Allí, la figura de Niccolo Paganini no se adapta estrictamente a una intención realista de introducir un personaje histórico en consonancia con los ficticios, o de dar cuenta del contexto como un actor entretejido en la trama literaria. Si Niccolo Paganini está en el centro de la historia es porque desde él se proyectan las imágenes y sensaciones que le brotan a Maximiliano en la escucha de su violín; el efecto de sentido de su representación es, entonces, la de un cúmulo de experiencias sensoriales que conocemos por nuestro protagonista.
Tanto esa experiencia sensorial en la que su cuerpo, al ritmo del arco italiano, era invadido por un fuego coloreado de sombras, como la escucha atenta y predispuesta, son espacios de referencia donde la banda encuentra la identidad de su nombre. Esa identidad impone la petición de imitar la actitud de Maximiliano, para que la experiencia musical se concrete y el juego de luces y sombras nos atrape o nos aterre.
“No son canciones, si bien nunca queremos salirnos de ellas, son como estados de ánimo, como capas de sensaciones que piden una atención especial del receptor. Mezclamos ritmos, somos un producto de nuestra propia manera de recepcionar y escuchar la música... más allá de nuestra experiencia de hacer música. Proponemos climas a los que el receptor debe someterse, proponemos una experiencia musical... construimos tensiones, armonías y disonancias que manifiestan una percepción del mundo." “Queremos hacer de lo ambiguo, de las distintas sensaciones, un juego de luz y de sombras sonoras, una estética del claro-oscuro”.

domingo, 24 de abril de 2011

“El rock es principalmente performativo, y la juventud se va poniendo sus máscaras”


Conversación con Esteban Rodríguez.

“Creo que hoy más que nunca hay que hablar de juventud fractaria, es algo que se va descomponiendo en función de lo que van haciendo los distintos grupos. Pensando la juventud como movimiento uno corre el riesgo de endosarle una tarea. Si bien uno dice “la juventud” por comodidad semántica, no puede perder de vista la multiplicidad de máscaras que la componen, la multiplicidad de apuestas que la van corriendo de lugar todo el tiempo. 
Hay que tener en cuenta dos cuestiones: por un lado cargan con el problema de encontrar un lugar en el mundo, saber quienes son y gran parte del tiempo se les va en esta tarea, inventarse como una obra de arte. Y en ese inventarse, uno no puede perder de vista el contexto, que no siempre se dio de la misma manera. Antes los jóvenes la tenían más fácil, cuando el Estado tenía una presencia apabullante en la vida cotidiana, la identidad, si bien no era algo que lo resolvía, facilitaba las cosas. El Estado era una suerte de meta-institución dadora de sentido.
La realidad de los jóvenes, hoy en día, es que se encuentran con un Estado que ya no tiene como tarea forjar ese lazo, se corrió de esa pregunta, los jóvenes hoy tienen que medirse solos con esas preguntas, no digo que estén solos, pero tienen que medirse sin escuela, y no digo que este mal, a lo mejor esta bueno que así sea; pero están en medio de una sobreabundancia de información”.
¿Cómo creés que el modo de circulación de la información, y con ella la música, ha ido modificando las prácticas en relación a la escucha y la apropiación de los discos como unidad?

sábado, 23 de abril de 2011

Prólogo a los Lanzallamas. Palabras del autor.

Con Los lanzallamas finaliza la novela de Los siete locos.
Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana.
 Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras.
 Orgullosamente afirmo que escribir, para mí, constituye un lujo. No dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo. Máxime si cuando se trabaja se piensa que existe gente a quien la preocupación de buscarse distracciones les produce surmenage.
 Pasando a otra cosa: se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de su familia.
 Para hacer estilo son necesarias comodidades, rentas, vida holgada. Pero por lo general, la gente que disfruta de tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara como un excelente procedimiento para singularizarse en los salones de sociedad.

viernes, 22 de abril de 2011

Muda, triste y pensativa

A cuarenta y tres años de su muerte, Violeta Parra se nos sigue presentando como una artista misteriosa y esquiva. Entre el mito y el olvido, en medio de infinitas erratas y silencios biográficos, poesías, grabaciones y pinturas perdidas, su obra aún guarda un excedente simbólico de contradictoria vigencia.
Su último proyecto cultural, La Carpa de La Reina, centro de arte popular, fue condensador de todos esos significados que hoy nos resultan irreductibles a las clasificaciones y la comparación.

“Es la parte de la autoctonía la que se le suele ver a la Violeta, la otra, la funcional, la que trasciende la semilla e inventa un mundo propio,  siempre contemporáneo, es la cuestión menos  comentada.
 Quizá sea tarea de la ciencia – con conciencia – este análisis. Lo cierto es que no está completa la justicia, y ya le falta mucho, hasta que se proclame su condición de espuma junto a la de sedimento. Y es que Violeta Parra, que venía de tan hondo, que era parte de lo primigenio, usaba esta sabiduría para saltar a lo nuevo, como defendiendo las raíces desde la exuberancia del follaje.”
Silvio Rodríguez.
 (Carta enviada a Isabel Parra, desde La Habana, el 6 de Abril de 1992)




Si escribo esta poesía no es sólo por darme el gusto…
Las paradojas, incluso aquellas que se relacionan con el orden de los acontecimientos, suelen no ser azarosas. Violeta Parra, que pasaría a la historia de Chile como su más representativa cantante folclórica, fue premiada por primera vez, en un concurso de poesía, a los veintiún años. Y en 1964, en París, siendo la primera latinoamericana que expuso obras en el Museo del Louvre, se convirtió en una excepción: nunca antes, un artista, que por otro lado se había presentado por iniciativa personal, había logrado ocupar un piso entero en sólo dos meses de exposición.
Si bien en 1944, con veintisiete años, gana un concurso de canto español del Teatro Baquedano, y en el ’55 le otorgan el premio a “La Mejor Folclorista del Año”; hay un año que resulta clave en la vida y obra de Violeta Parra: 1952. En casa de Nicanor Parra, su hermano mayor, el universitario, el antipoeta, se produce, según él, la revelación, un instante de verdad en el cual ella descubrió por dónde debía continuar su canto, que hasta el momento nada o muy poco tenía que ver con lo que conocemos hoy de su acervo musical.
“Yo la ironizaba mucho, cuenta Nicanor en una entrevista, porque cada vez que iba los suburbios donde vivía con la mamá, la encontraba bailando vals o bailando guaracha, o cantando esas cuestiones. Yo le decía: Hasta cuándo Violeta por Dios, si esto no te sirve. Tú tienes que hacer tus propias investigaciones”. Es que si bien Violeta había aprendido un amplio repertorio de cantos campesinos con las hermanas Aguilera, cuando llegaron a la ciudad con Hilda, su hermana, le tocó trabajar en boliches y clubes donde no tenían ante ellas un auditorio atento, sino ruidosos y alegres consumidores de licores para quienes esa música era como el eco de otra música que ya habían oído muchas veces.

domingo, 17 de abril de 2011

“En los ’60 el rock tomó el pulso de la modernidad”

Conversación con Sergio Pujol.

Siempre que se habla de cultura joven se la liga al rock, a la posguerra en Europa y en Estados Unidos, el jazz también produjo un corte muy importante en lo cultural desde ese maridaje entre lo africano y europeo que lo caracterizó, y hubo un grupo joven receptor de esa música, ¿por qué creés que así todo no impactó de manera definitoria en esa audiencia?
“Todos los géneros han tenido en su momento de emergencia, de gestación, aprobación de parte de los jóvenes. El jazz particularmente produjo una profunda revolución en el gusto de los adultos. Scott Fizderalt decía, “el excitante saxofón desplazó al dulce violín”. Esa imagen del saxofón desplazando al violín de alguna manera es la imagen de América desplazando a Europa, en los ‘40. Siempre la aparición de un nuevo género música popular introduce algún tipo de enfrentamiento generacional. De cualquier manera, ninguno de los géneros previos al rock se identificaba esencialmente por el carácter juvenil, y esa es la novedad del rock, que se define como música joven. El jazz se define como música afroamericana.
Hay que tener en cuenta que el rock es una música que se universalizó muy rápidamente, mientras el jazz tardó más de veinte años. Desde que apareció en los arrabales de Nueva Orleáns, hasta que se convirtió en una especie de lengua franca de los jóvenes, transcurrieron veinticinco años; en cambio entre “Love me do” de los Beatles del ‘66 y los primeros discos de Moris y los Gatos pasaron apenas tres años. La inmediatez del rock y la existencia a partir de la posguerra de una nación joven, que en verdad era transnacional, le dio un vínculo y un impulso con los jóvenes que otros géneros no han tenido, indudablemente.

sábado, 16 de abril de 2011

“El Expreso Imaginario formó un ‘nosotros’ en muchos jóvenes de esa generación”

Conversación con Sebastián Benedetti.

“Para analizar los momentos da la revista trabajamos con el correo de lectores, esto quiere decir que lo que nosotros recogimos fue producto de lo que la Expreso causó en su público cautivo.
Lo que pasó a través de Expreso fue que se dieron un montón de conexiones para que la juventud que en ese momento había quedado un poco fuera, mal vista incluso a través de la dictadura, estigmatizada, se formara en un Nosotros. Fue un refugio, o contención en el reconocimiento de cosas que  los unían. Por eso en la primera etapa, desde el correo de lectores se nota un sentimiento especial hacia la revista.
La cultura joven en la Argentina era un fenómeno nuevo; si decimos cultura rock estamos hablando de mediados de los ’70, donde el rock argentino por así llamarlo tenía solo diez años, y no estaba ni sólido ni conformado.
Todo empezaba recién a moldearse, los lugares no estaban bien definidos; por eso es que -hoy quizás sea difícil de entender si se lo mira retrospectivamente- eran todos pares. Los músicos, los que escribían, los lectores, los que escuchaban, eran todos parte de un movimiento, del mismo Nosotros. Creo que la clave esta ahí. Y en que la Expreso apareció en medio de un vacío al que asistía un grupo de jóvenes en particular, y fue a la vez un punto de fuga y un nuevo lugar.
La revista fue un resumen de temáticas de la cultura rock. El ecologismo, la cuestión de los indígenas, la mirada de oriente, más el rock, en realidad ya venia en un paquete que era el de la “Cultura Rock”. Se había formado así en su origen, desde los hippies, desde los hipsters previos y los beatniks.  El rock como música,  fue un vehículo para motorizar el resto de los temas de la cultura rock.

lunes, 4 de abril de 2011

¿Soy rock?



(…) Hay quienes ven en el rock una expresión crítica de su época más allá de su forma y distribución. Es decir, piensan el rock como una forma de expresión que, aún siendo parte indisoluble de lo que Adorno llama la industria de la cultura, se erige en su interior como crítica de la misma (crítica tanto de la cultura como de su industria discográfica). Quienes así piensan sostienen que el rock expresa la sensibilidad de los jóvenes de una época determinada; no sólo en sus intereses artísticos sino también en sus inclinaciones ideológicas y, en cierta medida, antropológicas.
En 1966 la juventud, tanto en USA como en Europa, muestra un nuevo rostro. En California y San Francisco la escena beat, representada por los escritores Allen Ginsberg, William Burroughs, Jack Kerouac, Lawrence Ferlinghetti y Gregory Corso, cede el paso a la revolución psicodélica. Se abre así un período de expansiva creatividad tanto artística como ideológica y experimental. El idolatrado cantante de protesta Bod Dylan, siguiendo los aires nuevos y el poema de Allen Ginsberg (“Aullido”), se traslada a San Francisco y se convierte en el poeta de esta nueva generación, dejando en algunas de sus mejores canciones la impronta verborragia de Kerouac. Paulatinamente desaparecen los “poetry love”, recitales de lecturas públicas donde se recitaban textos poéticos con fondo de jazz, y surgen manifestaciones de amor universal llamadas “love in”. En éstas, los primeros hippies asisten a espectáculos multidimensionales que vinculan música, imágenes y perfumes casi siempre narcóticos, y en lo que se exalta la sensibilidad y el desparpajo sexual. Ese mismo año más de 15.000 hippies se reúnen en un parque de San Francisco para ver tocar a Grateful Dead, Jefferson Airplane, Quicksilver Messenger Service, Moby Grape, Big Brother & the Holding Company, Country Joe & The Fish, etc. Este evento es significativo por ser una de las primeras expresiones de lo que hoy denominamos “recital o festivales ”, todo esto en una atmósfera de orientalismo y drogas que propinan el ámbito ideal (uno por su filosofía y el otro por su propiedad) para el viaje, para la evasión, para la utopía, para la liberación tanto individual como colectiva. Muchos de estos grupos se convierten en los protagonistas de la mayor eclosión social, musical y cultural que tiene lugar en USA desde la aparición de Elvis.