domingo, 17 de abril de 2011

“En los ’60 el rock tomó el pulso de la modernidad”

Conversación con Sergio Pujol.

Siempre que se habla de cultura joven se la liga al rock, a la posguerra en Europa y en Estados Unidos, el jazz también produjo un corte muy importante en lo cultural desde ese maridaje entre lo africano y europeo que lo caracterizó, y hubo un grupo joven receptor de esa música, ¿por qué creés que así todo no impactó de manera definitoria en esa audiencia?
“Todos los géneros han tenido en su momento de emergencia, de gestación, aprobación de parte de los jóvenes. El jazz particularmente produjo una profunda revolución en el gusto de los adultos. Scott Fizderalt decía, “el excitante saxofón desplazó al dulce violín”. Esa imagen del saxofón desplazando al violín de alguna manera es la imagen de América desplazando a Europa, en los ‘40. Siempre la aparición de un nuevo género música popular introduce algún tipo de enfrentamiento generacional. De cualquier manera, ninguno de los géneros previos al rock se identificaba esencialmente por el carácter juvenil, y esa es la novedad del rock, que se define como música joven. El jazz se define como música afroamericana.
Hay que tener en cuenta que el rock es una música que se universalizó muy rápidamente, mientras el jazz tardó más de veinte años. Desde que apareció en los arrabales de Nueva Orleáns, hasta que se convirtió en una especie de lengua franca de los jóvenes, transcurrieron veinticinco años; en cambio entre “Love me do” de los Beatles del ‘66 y los primeros discos de Moris y los Gatos pasaron apenas tres años. La inmediatez del rock y la existencia a partir de la posguerra de una nación joven, que en verdad era transnacional, le dio un vínculo y un impulso con los jóvenes que otros géneros no han tenido, indudablemente.

En los ’50, en la Argentina, y más en los Estados Unidos e Europa, los jóvenes se acercaron al jazz por ser un sonido moderno, era una era una cultura musical muy creativa, muy provocativa, y efectivamente en los 50 muchas cosas que pasaban en el jazz eran nuevas, sonaban nuevas, no estaba esa fatiga que apareció después de reciclar, de apelar a viejos estilos. Si uno mira, aunque sea de manera ligera, una cronología de discos, se encuentra con que los primeros del siglo XX son de Fran Sinatra, Duke Ellington, Louis Prima, Fats Domino, Count Basie, Miles Davis, Thelonius Monk; más adelante, por ejemplo en un libro como Los 1001 discos que hay que escuchar antes de morir, de la página 100 a la 900 son todos de rock, mientras en las primeras páginas no hay un disco que no sea de jazz. Eso indudablemente indica un momento de mucha vitalidad del jazz, y esa vitalidad la toma la cultura rock. Hay un desplazamiento, es indudable; el pulso de la modernidad ya no lo tomaba el jazz. Entonces un artista como Andy Warhol se identifica con los Velvet Underground, con los Rolling Stones, con los Beatles, hace tapas para los Rollings. Tal vez Andy Wharhol, diez años más grande hubiera hecho discos de jazz, en los 50.
El ‘rock and roll’, la música pop de los ’50, era una música adolescente, rebelde, linda, entretenida, pero no era una cultura rock. Esta nace en los ‘60 en Londres, no en los Estados Unidos, entonces ahí es donde se corre el eje. Cuando el eje va de Estados Unidos a Londres, me parece que el jazz queda un poco descolocado, rezagado en cuando a sensibilidad de época, si uno en el ‘66 ó ‘67 quería saber cuál era el sonido de “hoy”, aunque eso no sea más que una fantasía, había que poner un disco de Pink Floyd de los Beatles, de Frank Zapa.

Hubo grupos de jóvenes, en los ’50, que en la Argentina por la falta de discos en circulación, se empezaron a reunir para escuchar discos de jazz, en las jam session, minoría de oyentes jóvenes que tenían elementos en común con grupos de oyentes jóvenes en otros lugares del mundo; fue casi under ya que no eran los maestros norteamericanos y tampoco podían abastecer la demanda de baile porque no les interesaban. Pero no fue un fenómeno masivo porque era un género complicado, instrumental, con un código que hay que conocer y aprender. La generación de la dictadura, la que leía Expreso, en algún momento empezó a escuchar tanto rock como jazz rock, Expreso Imaginario le dedicó una tapa a Mile Davis.”

¿Entonces con el jazz rock tampoco hubo una toma de ese sonido como identitario por parte de la población joven más cercana a la música?
“El jazz rock fue una especie de esperanto para el jazz, luego se lo criticó por frío, calculador, como pasó también con el rock progresivo, y se volvió al jazz clásico de postguerra. Era una idea muy propia de la época la de que había una música que sintetizaba otra música, como superadora, una especie de dialéctica de la música; como la dialéctica entró en crisis en otros órdenes de la vida, también se produjo una crisis en el campo artístico, y se volvió a los estilos ya constituidos de jazz.
La audiencia madura, quienes venían escuchando jazz de antes se cerró ante el jazz rock, y la crítica se dividió. Por ejemplo con Miles Davis, donde muchos de los aficionados lo aceptaron hasta el jazz rock. Los jóvenes de ese momento, gracias a esa fusión descubrimos la existencia del jazz. No hubo una continuidad de público, sino una ruptura de público, apareció un nuevo público, que fue el público del rock, no era el Público del jazz, es decir el jazz –rock fue un intento de fusión artística, pero en la audiencia no se produjo esa misma fusión. La gente que venía escuchando discos de jazz se quedó ahí, como si habláramos de los tangueros antes de Piazzolla. Hoy no hay una vanguardia, aquella fue la última, -surgieron combinaciones, muy exquisitas y originales, brotes de fusión con músicas locales, pero no conformaron un nuevo estilo. Esta tuvo la particularidad de ser masiva, y recorrió el globo, con Spinetta, Serú Girán, por ejemplo Pedro Aznar quería tocar como Jaco Pastorius, incluso antes, en la Máquina de hacer pájaros, en alguna entrevista le han preguntado a Charly quién era músico favorito y ha respondido, Chick Corea.
Es decir que este nuevo estilo prendió en los jóvenes, pero de manera reducida, y además después fue languideciendo, repitiéndose”
¿Cómo creés que marcaron las relaciones de apropiación e identidad, respecto al rock por un lado y al jazz por el otro, dos aspectos tan importantes en la música como la circulación de los discos, y la idea de “autenticidad” u “originalidad”, en la Argentina?
“La apropiación del rock fue menos complicada de llevar a cabo que la del jazz. Por varias razones. En principios porque el rock es canción, por lo tanto estaba la idea en los jóvenes de que cantando en castellano, y escribiendo las letras en castellano, ya se cumplía con el certificado de ciudadanía. También es cierto que en la cultura rock, lo que predomina es la figura del cantautor, individual o grupal, tenemos en el caso de los Beatles o de Bob Dylan, con lo cual la canción se convierte en una especie de expresión individual, donde la subjetividad del creador, de modo muy romántico, está volcada en ese artefacto que es la canción. Con el jazz no sucede eso, es muy expresivo como género artístico, pero esa expresión está mediada por una música instrumental que hay que conocer. Hay un código que hay que aprender, código que no nació en la Argentina, nació afuera, entonces siempre existió, hoy ya no tanto, una especie de fase entre el jazz norteamericano y el jazz en otras partes del mundo. Hace relativamente poco que se puede hacer jazz como, por ejemplo Adrían Yaies a partir de un tango, o amalgamar algún ritmo chacarera con el jazz. Entonces ahora empezamos a prestarle atención a esos rasgos de identidad que antes no estaba en el horizonte de expectativa del músico.
Por otra parte, los discos de jazz siempre circularon con cuenta gotas en la Argentina. Hasta los últimos años, circulaban los grandes músicos, Amnstrong, Ellington, Coltraine, Parker, pero uno sospechaba, con razón, que había un panorama muy amplio de músicos que si uno no viajaba, o no venían a la Argentina, cosa que siempre hicieron de una manera escueta y discontinua, uno tenía que rebuscárselas para llegar a ellos. Entonces se grababan, alguien viajaba y traía, había toda una pesquisa de los discos, cosa que sospecho que en el rock o en los géneros nativos no se ha dado. Entonces esto fue obligando al aficionado a convertirse en un coleccionista, un tipo obsesivo. Y además, al jazz siempre se lo vinculó con una clase acomodada, media alta, que podía acceder a esa música, y que le interesaba compartir ese código, con más restricciones a su ingreso que el rock.

No hay comentarios:

Publicar un comentario