Volví clandestinamente a Buenos Aires en mayo de 1978. Estaba bella la ciudad.
Mejor dicho, bellísima bajo esos días de mayo en que el otoño porteño admite un fuego, una calor de primavera muriendo o por nacer, nunca se sabe.
Me habían aconsejado que no caminara por el centro, que no frecuentara los sitios que solía frecuentar. Naturalmente: caminé por el centro, por los sitios que solía caminar. ¿Quién me iba a reconocer?
¿No estaba muerto Paco? ¿No habían secuestrado a Rodolfo y a Haroldo? ¿No habían matado al Jote, al Lino, a Josefina, a Dardo, a la Diana , tal vez? El restorán donde mi hijo escribió un poema sobre el mantel de estraza, este poema:
La oveja negra
pace en el campo negro
sobre la nieve negra
bajo la noche negra
junto a la ciudad negra
donde lloro vestido de rojo
el restorán estaba abierto, pero a mi hijo lo habían secuestrado dos años atrás y nunca supe de su suerte. Su mujer estaba encinta de siete meses cuando la secuestraron con él.
Leí los diarios de la época. En “La Opinión ” –donde alguna vez trabajé, que alguna vez fundé-, un compañero intelectual de la izquierda (ex compañero o ex izquierda) sumaba su vocesita paga a la propaganda de la dictadura militar. El diario era de los militares para entonces, el ex compañero o ex izquierda, también.
Hago esfuerzos y no alcanzo a recordar su nombre. Era cuentista, o algo así, como su mujer, que se cagaba en Rosa Luxemburgo desde posiciones de izquierda. Tenía un ano de izquierda que no le habrá impedido evacuar la pitanza militar.
roma/20-5-80
El escrito es de Interrupciones II, Gelmán con su inclaudicable don de la palabra, se desgarra y vomita sobre las páginas, desde su exilio en Roma. En esos años su hijo era asesinado en Uruguay, y allí, su nieta era apropiada ilegalmente. Quizás pueda leerlo el Pepe Mujica, aquel que pasó 14 años encerrado en la cárcel de Punta Carretas. Sin embargo, mejor sería que lo lea el Pepe Mujica presidente de un país sin vencedores ni vencidos…